El
siguiente escrito tendrá como propuesta
la construcción del diario de batalla del emperador Marco Aurelio, su
principal característica será la
escritura de varios sueños en los que
continuamente es torturado en manos de
los cristianos. Las preocupaciones, en torno a la guerra, lo conducirán a una crisis nerviosa que
acabara con su vida. El diario de
batalla se escribirá justamente en el
desarrollo contra Marcomanos a orillas del Danubio,
en este encuentro Roma pierde varias tierras estratégicas de
comercio y posteriormente se dará
el quiebre al imperio romano.
Durante
cuatro noches se mostrará a un Marco Aurelio agonizante, perdido en la
imaginación de sus sueños, reproduciendo
una y otra vez el camino que lo conduce a la muerte y finalmente como símbolo
de victoria, el emperador romano, lanzara en la cruz trémulas carcajada a sus
verdugos.
Diario de batalla.
Cinco
de Octubre 175 d. C.
Llevamos
semanas esperando el refuerzo
del ejército romano, son alrededor de mil doscientos hombres, los que
acompañan a mi hijo Cómodoro hasta el
lado sur de Nápoles donde se encuentra el primer campamento de guerra. Las palabras que expresó al partir asecho mi preocupación
Padre para finalizar la guerra, debemos entregar ciudades
de Roma a los bárbaros. ¡Acaso, no vez que nos atacan desde todas las
direcciones!, en el oriente los sirios,
en el sur los egipcios y los Marcomanos no paran de tomar zonas del lado occidental. Lo
único que salvaría al imperio es una
negociación.
La
muralla seguirá soportando la entrada de los marcomanos, algunas semanas
más. A hora me sobresaltan otros
pensamientos, un enigma continúa siendo para mí este sueño, su sentido está
dentro de él y no logro descifrarlo. Me
encontraba en la plaza central del mi pueblo, así
soñaba, un anciano señalaba entre la multitud diciendo: miren al último emperador de Roma.
Sus
palabras aumentaron mi curiosidad y atraído por la ansiedad de descubrir el gran
secreto, me aproxime hacia el hombre
cuyo cuerpo era adornado por una túnica negra que protegía, levemente,
el peso de la cruz en su espalda. Me fui acercando, vivaz mente, por entre la multitud, y de golpe desgarre la
túnica.
Entonces
un viento rugiente abrió con violencia su boca y arrojó hacia mí, cientos de
miles de carcajadas diferentes, y en aquel momento todos se reían de mí. Un espantoso horror recorrió mis entrañas y me arroje al suelo, y grité de terror como
jamás había gritado.
Pero
mi propio grito me despertó, el cuerpo temblaba y el sudor bañaba mi frente. En
seguida entró Froton el orador, quien dijo: Te he dicho mi querido Marco Aurelio, los enemigos no combate sólo con armas, existen ritos que destruye la buena razón de
los hombres. Esa es la carta que dará el triunfo de la guerra, la perdía de la conciencia del
emperador romano.
Al
finalizar sus palabras, permanecí rígido
durante toda la madrugada, con una mirada extraña como quien persigue la caza
desde lejos esperando el momento justo de lanzarse tras la presa.
Siete
de Octubre
Ha
llegado el mensajero con noticias de Cómodo:
Las
tropas vienen en camino, pero el ejército está comandado por Catón y Dión, lo
que causa gran preocupación, pues los filósofos carecen de mando ante la
aglomeración de hombres. Se rumora un motín interno y la disolución de las
tropas. Cómodo ha elegido mantenerse en Roma, argumenta que la ciudad se
encuentra en crisis y tomará el poder hasta el retorno de Marco Aurelio.
No
es propio de mi carácter mostrar disgusto ni ningún tipo de desenfreno. Pero
las palabras del mensajero hicieron hervir mis sienes, y a gritos saque al mensajero de mi recinto.
Luego de varios minutos, continúe buscando
el enigma de mis sueños. Ayer una serie
de imágenes atacaron nuevamente:
Estaba
yo pronunciando el discurso de guerra hacia los soldados, alentando sus
corazones a luchar por el imperio y reafirmando los valores estoicos de un buen
ciudadano romano. De repente una numerosa
congregación de sacerdotes, pasó por nuestro lado, silenciosos cubriendo sus
rostros con oscuros mantos. Mi ejército, sí el ejército de Roma, masivamente fue arrastrando sus rodillas contra el suelo,
frente al bulto de cristo
resucitado. Ellos lo llamaban Dios y ¡mucho
heroísmo había en su adoración!
Más
al fin, también yo incliné mis
rodillas y encadene mis palabras a la abstención.
Luego grite ¡Son enemigos malvados! Pero mi mensaje yació sordo a los oídos de los
hombres, el olor a resina cubrió el aire, apenas y dejaba respirar. El
ahogamiento prontamente hizo desfallecer mi cuerpo.
Octubre
doce
Llame, a Froton gran orador del imperio romano. Le
encomendé la tarea de redactar una carta para Cómodo: “¿Qué pretendes? ¿Seguir viviendo? ¿Percibir las sensaciones, los instintos?
¿Crecer? ¿Cesar de nuevo? ¿Utiliza la palabra? ¿Pensar? ¿Qué cosa entre esas te parece que vale la
pena echar de menos? Y si cada una de
éstas te parece bien despreciable, inclínate finalmente a ser sumiso a la razón
y a Dios. Pero se oponen el honrar estas cosas y enojarse por el hecho de que con la muerte se
nos privará de estas mismas facultades”
¿Conseguiré la revelación final de mis sueños? Le he dicho a Froton, sin reparos este ha salido de mis aposentos
con la carta en mano. Esta noche voy en búsqueda del final que conduce este recorrido de imágenes, seguro estoy
que en ninguna parte, un hombre se retira con mayor tranquilidad que en
su propia alma, pero mi dueño interior se encuentra abatido por fuerzas extrañas. Así soñé:
Ayer junto a las tropas, en la hora más silenciosa, aguardando la respuesta del enemigo. ¡El sueño me falló! Y comenzaron los sueños. Mi caballo avanzaba furiosamente por el solitario bosque, cabalgaba yo encima de él y mi corazón apenas podía discrepar del ritmo cardíaco del potrillo. ¿Qué ha
ocurrido? ¿Quién me ordena a seguir este
camino? Tal vez aquel misterio llamado
Dios, me conduce a la muerte. Un abismo se acerca a mí, y en medio de la agitación, reflexione
fugazmente lo que sucedió, pero acabé por pronunciar lo dicho al comienzo,
Jesucristo resucitado, crucificara al último emperador de Roma, llamado Marco Aurelio.
Treinta de Octubre
Máximo y Froton,
custodia la entrada del mí campamento, llevo varios días sin acercarme al centro de batalla,
me aproximo a ellos, y preguntó:
¿Qué me ha ocurrido, amigos míos? Acaso me veis trastornado ¿conocen el terror
que me adormece?, ¡Oíd, el último gran sueño que he soñado, y ayudadme a
descifrarlo!
Caminaba por el gran
desierto de Massada al oriente de Egipto,
llevaba puesto una túnica blanca que me cubría de pies a cabeza. Yo
seguía respirando el olor a resina sobre
el polvo que levantaba los fuertes
vientos, siete fueron mis caídas antes
de llegar al oasis. Allí me despojaron de mis ropas, azotaron mi cuerpo y ataron
mis brazos y piernas hacía una cruz de madera. Y todos vosotros seguidores de Marco
Aurelio, miraban hacia arriba en búsqueda mi rostro,
y yo miraba hacia abajo y reía a carcajadas todas las tragedias fingidas
del mundo.
Aquí, amigos, mi último primer sueño.
Marco Aurelio. 121- 180 d.C. |