martes, 20 de diciembre de 2016

Diario de batalla de Marco Aurelio.


El siguiente escrito tendrá como propuesta  la construcción del diario de batalla del emperador Marco Aurelio, su principal característica  será la escritura de varios  sueños en los que continuamente  es torturado en manos de los cristianos. Las preocupaciones, en torno a la guerra,  lo conducirán a una crisis nerviosa  que  acabara con su vida.  El diario de batalla  se escribirá justamente en el desarrollo  contra  Marcomanos a orillas del  Danubio,  en este encuentro Roma pierde varias tierras estratégicas de comercio  y posteriormente  se dará  el quiebre  al imperio romano.
Durante cuatro noches se mostrará a un Marco Aurelio agonizante, perdido en la imaginación de sus sueños,  reproduciendo una y otra vez el camino que lo conduce a la muerte y finalmente como símbolo de victoria, el emperador romano, lanzara en la cruz trémulas carcajada a sus verdugos.
  

Diario de batalla.

Cinco de Octubre 175 d. C.
Llevamos semanas  esperando  el refuerzo  del ejército romano, son alrededor de mil doscientos hombres, los que acompañan a mi hijo Cómodoro  hasta el lado sur de Nápoles donde se encuentra el primer campamento de guerra.  Las palabras que expresó al partir asecho mi preocupación 
Padre  para finalizar la guerra, debemos entregar ciudades de Roma a los bárbaros. ¡Acaso, no vez que nos atacan desde todas las direcciones!,  en el oriente los sirios, en el sur los egipcios y los Marcomanos  no paran de tomar zonas del lado occidental. Lo único que salvaría  al imperio es una negociación.
La muralla  seguirá soportando  la entrada de los marcomanos, algunas semanas más.  A hora me sobresaltan otros pensamientos, un enigma continúa siendo para mí este sueño, su sentido está dentro de él y no logro descifrarlo.  Me encontraba en la plaza central del mi pueblo, así soñaba, un anciano señalaba entre la multitud diciendo: miren al último emperador de Roma.
Sus palabras aumentaron mi curiosidad y atraído por la ansiedad de descubrir el gran secreto, me aproxime hacia el hombre  cuyo cuerpo era adornado por una túnica negra que protegía, levemente, el peso de la cruz en su espalda. Me fui acercando, vivaz mente,  por entre la multitud, y de golpe desgarre la túnica.

Entonces un viento rugiente abrió con violencia su boca y arrojó hacia mí, cientos de miles de carcajadas diferentes, y en aquel momento todos se reían de mí.  Un espantoso horror recorrió mis entrañas y  me arroje al suelo, y grité de terror como jamás había gritado.

Pero mi propio grito me despertó, el cuerpo temblaba y el sudor bañaba mi frente. En seguida entró Froton el orador, quien dijo: Te he dicho mi querido Marco Aurelio,  los enemigos no combate sólo con armas,  existen ritos que destruye la buena razón de los hombres. Esa es la carta que dará el triunfo de la  guerra, la perdía de la conciencia del emperador romano.

Al finalizar  sus palabras, permanecí rígido durante toda la madrugada, con una mirada extraña como quien persigue la caza desde lejos esperando el momento justo de lanzarse tras la presa.  

Siete de Octubre
Ha llegado el mensajero con noticias de Cómodo:
Las tropas vienen en camino, pero el ejército está comandado por Catón y Dión, lo que causa gran preocupación, pues los filósofos carecen de mando ante la aglomeración de hombres. Se rumora un motín interno y la disolución de las tropas. Cómodo ha elegido mantenerse en Roma, argumenta que la ciudad se encuentra en crisis y tomará el poder hasta el retorno  de Marco Aurelio.

No es propio de mi carácter mostrar disgusto ni ningún tipo de desenfreno. Pero las palabras del mensajero hicieron hervir mis sienes,  y a gritos saque al mensajero de mi recinto. Luego de varios minutos, continúe  buscando el enigma de mis sueños.  Ayer una serie de imágenes atacaron nuevamente:

Estaba yo pronunciando el discurso de guerra hacia los soldados, alentando sus corazones a luchar por el imperio y reafirmando los valores estoicos de un buen ciudadano romano.  De repente una numerosa congregación de sacerdotes, pasó por nuestro lado, silenciosos cubriendo sus rostros con oscuros mantos. Mi ejército, sí el ejército de Roma, masivamente  fue arrastrando sus rodillas contra el suelo, frente al bulto  de cristo resucitado.  Ellos lo llamaban Dios y ¡mucho heroísmo  había en su adoración!

Más al fin, también yo incliné mis rodillas  y encadene mis palabras a la abstención.  Luego grite ¡Son enemigos malvados!  Pero mi mensaje yació sordo a los oídos de los hombres, el olor a resina cubrió el aire, apenas y dejaba respirar. El ahogamiento prontamente hizo desfallecer mi cuerpo.

Octubre doce
Llame,  a Froton gran orador del imperio romano. Le encomendé la tarea de redactar una carta para Cómodo: “¿Qué pretendes? ¿Seguir viviendo? ¿Percibir las sensaciones, los instintos? ¿Crecer? ¿Cesar de nuevo? ¿Utiliza la palabra? ¿Pensar?  ¿Qué cosa entre esas te parece que vale la pena echar de menos? Y si cada  una de éstas te parece bien despreciable, inclínate finalmente a ser sumiso a la razón y a Dios. Pero se oponen el honrar estas cosas y  enojarse por el hecho de que con la muerte se nos privará  de estas mismas facultades”

¿Conseguiré  la revelación final de mis sueños?  Le he dicho a Froton,  sin reparos este ha salido de mis aposentos con la carta en mano.  Esta noche   voy en búsqueda del final que conduce  este recorrido de imágenes,  seguro estoy  que en ninguna parte, un hombre se retira con mayor tranquilidad que en su propia alma, pero mi dueño interior se encuentra abatido por  fuerzas extrañas. Así soñé:

Ayer  junto a las tropas, en la hora más silenciosa,  aguardando la respuesta del enemigo.  ¡El sueño me falló!  Y comenzaron los sueños.  Mi caballo avanzaba furiosamente  por el solitario bosque,  cabalgaba yo encima de él  y mi corazón apenas  podía discrepar  del ritmo cardíaco del potrillo. ¿Qué ha ocurrido?  ¿Quién me ordena a seguir este camino?  Tal vez aquel misterio llamado Dios, me conduce a la muerte. Un abismo se acerca a mí,  y en medio de la agitación, reflexione fugazmente lo que sucedió, pero acabé por pronunciar lo  dicho al comienzo, Jesucristo resucitado, crucificara al último emperador  de Roma, llamado Marco Aurelio.


Treinta de Octubre
Máximo y Froton, custodia la entrada del mí campamento, llevo varios días  sin acercarme al centro de  batalla,  me aproximo a ellos, y  preguntó: ¿Qué me ha ocurrido, amigos míos? Acaso me veis trastornado ¿conocen el terror que me adormece?, ¡Oíd, el último gran sueño que he soñado, y ayudadme a descifrarlo!

Caminaba por el gran desierto de Massada al oriente de Egipto,  llevaba puesto una túnica blanca que me cubría de pies a cabeza. Yo seguía respirando el olor a resina  sobre el  polvo que levantaba los fuertes vientos,  siete fueron mis caídas antes de llegar al oasis. Allí me despojaron de mis ropas, azotaron mi cuerpo y ataron mis brazos y piernas hacía una cruz de madera. Y todos vosotros seguidores de Marco Aurelio, miraban hacia arriba en búsqueda  mi rostro,  y yo miraba hacia abajo y reía a carcajadas todas las tragedias fingidas del mundo.
Aquí, amigos,  mi último primer sueño.




Imagen relacionada
Marco Aurelio. 121- 180 d.C.