Desde la agonía de tus días
causado por el sufrimiento
inagotable de la vejez
escribo para tí los versos que tu
me inspiras:
Hablo como mujer, como hija,
como hermana, como compañera.
Hablo desde la angustia insaciable
que me acoge el padecimiento de tu cuerpo
Con el recuerdo vago de una infancia
que fue creciendo y acunando
en lo más profundo de mi ser
los relatos contados de tu larga
y dolorosa vida
Hoy a tus cien años de Soledad
y cómo si hicieras parte de la
ciudad encantada de Macondo
Tu nombre quedará inscrito en la
eternidad del tiempo
Y cuando tu alma y la mía
se encuentren algún día
recordaremos juntas este verso
que hoy me mata en silencio.