Afuera el sol agoniza detrás de los cerros,
diez de la mañana hora del encuentro:
tapabocas, bandera, zapatos cómodos, cartel en mano.
Todo listo para el reencuentro.
Arrojo una mirada a lo lejos como quién busca a alguien
y de soplo un temblor me cruza el cuerpo
al escuchar las arengas.
y enseguida te veo entrar reluciente y vibrátil
danzando por entre las calles toda esbelta e infinita,
bajo el éxtasis de tu andar
me lanzo por entre la multitud para hallar tus ojos.